El Río de Lien
En las laderas de la Montaña del Perpetuo Amanecer, vivía un joven jardinero llamado Lien. No era un jardinero común. Su vitalidad era tan desbordante que se decía que las flores se abrían más rápido a su paso. Su espalda era fuerte como el roble, su cabello, negro y brillante como la obsidiana, y su risa resonaba con la claridad de un arroyo de montaña.
El secreto de Lien, y el de su jardín, era un río que nacía de una cueva oculta en su propiedad. No era un río corriente; sus aguas eran densas, casi plateadas, y poseían una calidez que nutría la tierra de una forma milagrosa. Este río era la manifestación externa del propio Jing de Lien, su Esencia vital. Mientras el río fluyera con fuerza, la vida de Lien y de su jardín prosperaría.
Lien era consciente de su magnetismo. Su desbordante vitalidad atraía a muchas personas, y él se deleitaba en la atención y el placer. Pronto descubrió que podía usar las aguas de su río no solo para nutrir, sino para deslumbrar. Comenzó a desviar el cauce para crear efímeras y espectaculares fuentes que lanzaban chorros de agua brillante hacia el cielo durante sus fiestas nocturnas. Cada despliegue de placer momentáneo era un torrente de su Esencia vital derrochada por pura vanidad.
Mei, la anciana herborista del pueblo, lo observó con preocupación. Un día, se acercó a él mientras Lien reía, viendo cómo el agua de su río se evaporaba en el aire tras un instante de belleza.
«Lien», le dijo con voz suave pero firme. «El Palacio de tus Riñones es profundo, y tu río de Jing fluye con abundancia. Pero ninguna fuente es infinita. Usas tu Esencia para el espectáculo de una noche, olvidando que es el aceite que debe alimentar la lámpara de toda tu vida».
Lien, en la arrogancia de su juventud y poder, se rio. «El río siempre se ha rellenado, anciana. El placer de hoy es más real que la vejez de mañana».
Y continuó con sus excesos. Cada noche de pasión desenfrenada, cada acto centrado únicamente en la gratificación fugaz, era como abrir una compuerta en su río, dejando que su preciosa Esencia se vertiera sin propósito.
Al principio, los cambios fueron sutiles. Las hojas de sus melocotoneros ya no tenían el mismo verde intenso. Las rosas, aunque hermosas, parecían cansadas. Era su Qi, su energía diaria, que comenzaba a debilitarse al no tener una reserva de Jing fuerte que lo respaldara.
Luego, Lien comenzó a sentirlo en su propio cuerpo. Un dolor sordo se instaló en su espalda baja, justo en la zona de los Riñones. Sus rodillas, antes infatigables, protestaban al subir las laderas. Notó, con horror, los primeros hilos de plata en su cabello oscuro y sintió que su memoria, antes nítida, se volvía neblinosa. Su Shen, su espíritu, estaba perdiendo su luz.
Una mañana, se despertó no con el vigor de siempre, sino con una fatiga que se adhería a sus huesos. Alarmado, corrió hacia su río. El espectáculo lo dejó sin aliento. El cauce, antes caudaloso y vibrante, era ahora un hilo de agua turbia que se arrastraba perezosamente sobre las piedras. Su magnífico jardín estaba marchito, los colores apagados, y el aire olía a decadencia.
Lien, con el rostro surcado por una vejez que no correspondía a sus años, cayó de rodillas. Vio su reflejo en el escaso charco que quedaba: un hombre agotado, con la mirada vacía, la sombra de lo que fue. Había confundido el derroche con la abundancia, el placer efímero con la alegría duradera. Había vaciado su río para crear fuentes de una noche, y ahora se enfrentaba a una vida entera de sed.
Con un esfuerzo que le costó todo su ser, comenzó a cavar pequeños canales con sus manos, tratando de guiar el escaso goteo de su Esencia hacia una sola y pequeña planta, la única que aún mostraba un brote de vida. Comprendió la terrible lección de Mei: el Jing es el tesoro más grande. Y una vez que se ha malgastado, no hay espectáculo, ni placer, ni recuerdo que pueda volver a llenar el río de la vida.
Así pensó, ¿quieres llegar a viejo feliz, jovial y saludable? debo remediar mi caos sexual, cuidar mis relaciones (con sinceridad y honradez) y minimizar mis expulsiones y revitalizar mi Jing con lo que pueda ahora que aún puedo (nutrición, ejercicios espirituales, relaciones sanas,...) y esperar minimizar las consecuencias de aquellos, mis errores.
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