El bambú y el guerrero

🥋 El bambú y el guerrero

En un pequeño gimnasio rodeado de montañas, vivía un maestro de artes marciales que enseñaba, no solo con movimientos, sino con historias. Un día, mientras la nieve caía silenciosa sobre el jardín, llamó a sus discípulos y les pidió que observaran los árboles.

—¿Qué veis? —preguntó.

Uno respondió: —El pino se mantiene firme, pero sus ramas se han roto por el peso de la nieve.

Otro añadió: —El bambú se ha doblado, pero no se ha roto. Parece que la nieve resbala por él como si fuera una carretilla de un albañil que la descarga suavemente en el suelo para luego volver a su posición original.

El maestro sonrió. —Así es la mente del guerrero. Si es rígida, se quiebra ante la presión y las dificultades. Si es flexible, se adapta, se inclina, y luego vuelve a su forma original. La paciencia y la escucha son como la savia del bambú: invisibles, fuente de riqueza interior y esenciales para alcanzar la maestría que exige querer llegar a ser un guerrero. Además si tienes paciencia para escuchar con el tiempo si adoptas una actitud de, en el trabajo con el compañero de técnicas, apreciarás maestría en cada forma diferente que cada compañero adopta al realizar las técnicas de artes marciales que os trato de enseñar.

Luego, llevó a los alumnos al doyo y les enseñó a caer. Una y otra vez, caían y se levantaban. Algunos se frustraban, otros reían, pero todos acababan aprendiendo.

—Cada caída —dijo el maestro— es una conversación con el error. Si lo escuchas, te enseña. Si lo rechazas, te derrota. Aprender a caer sin miedo es aprender a vivir sin miedo al fracaso. El fracaso debe verse como la oportunidad de repetir el intento sin cometer el error que has cometido y que te ha llevado a caer.  Al levantarse rápido en tu entrenamiento la mente aprende a relajarse de forma paulatina en los intentos de objetivos asumiendo los nervios y las preocupaciones como algo que se diluyen repitiendo el levantarse sin frustración después de cada caída. Con esto la mente adopta resiliencia: la fuerza que no se ve, pero que sostiene todo.

Los alumnos, con el tiempo, aceptan el entrenamiento de las artes marciales con la idea de que el entrenamiento físico sirve para dar disciplina, capacidad de esfuerzo y conseguir ver diferentes estrategias ante los problemas que diferentes situaciones se originan en el dojo y que, al extenderlo a la vida lejos del dojo, son facultades y habilidades para enfrentarse a las muchas y diferentes formas que el día a día te impone y que son retos que te hacen conseguir el calificativo de guerrero.

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